martes, 18 de febrero de 2014

Dificultad de la expresión de las emociones en afectados por TDAH

Según numerosos autores como Rusell Barkley ó Villar Orjales, entre otros, ya han destacado la dificultad que los niños con TDAH pueden experimentar en el área social, especialmente en las relaciones con sus amigos o compañeros. Ellos tienen limitado conocimiento de sí mismos y de sus efectos sobre otros.
La mayoría de los afectados por TDAH tienen graves problemas para establecer relación con otros niños/as. La sobre actividad y la impulsividad que los caracterizan causan a menudo rechazo en sus iguales, especialmente cuando intentan trabajar o jugar juntos.
Esta incapacidad en el área social de los niños con TDAH viene dada, entre otras, por sus dificultades para identificar sus propias emociones y las emociones de los demás. Presentan más dificultades que otros niños en atender a las señales sociales y anticipar los resultados y las consecuencias que éstos tendrán en uno mismo y los demás, lo que les provoca problemas de rechazo social, aislamiento forzado, y en ocasiones soledad crónica.
Estás dificultades emocionales se correlacionan con déficits en su Inteligencia Emocional, es decir, en su manejo y regulación de la emoción y los afectos.
Teniendo en cuenta que la empatía es el corazón de la Inteligencia Emocional, y precisamente es esta la capacidad que más necesitan entrenar los afectados por TDAH, es importante que se realice con ellos Programas específicos para que puedan recibir instrucción explícita y entrenamiento específico sobre estas áreas socio-emocionales. Las actividades y los objetivos deben ir concretamente dirigidos a ejecutar y depurar al menos las siguientes habilidades:
> La auto-observación de las propias emociones, y la observación de las de otros.
> La capacidad de regular las emociones (capacidad para etiquetar las emociones, entender las relaciones existentes entre ellas y las situaciones en que aparecen, la comprensión de emociones complejas y sus funciones).
> Expresarlas oportunamente (capacidad de expresar correctamente nuestros sentimientos).
> No ocultar las dificultades emocionales, poder compartir las emociones socialmente.
> Poseer un estilo de afrontamiento adaptativo (las emociones nos permiten atender a la información relevante, facilitan la toma de decisiones, así como el cambio de perspectiva.
> Mantener alta la esperanza y perseverar en las metas (habilidad para estar abierto a los estados emocionales positivos y negativos; destreza para conducirlos adecuadamente)".

(Domínguez, Olvera y Cruz, 2002)
Investigaciones recientes avalan la importancia de trabajar desde la más temprana edad este tipo de programas, tanto en la población infantil en general como en aquellos niños que muestran mayores carencias en estas áreas, teniendo como objetivo reducir riesgos psicosociales tales como la salud mental disminuida, el abandono escolar, la desadaptación, el bajo rendimiento, las dificultades escolares de diversos tipos, el abandono escolar, la aparición de conductas violentas, etc.
Por todo lo expuesto, uno de los primeros pasos para enseñar a controlar la conducta, es saber reconocer las propias emociones, puesto que son éstas las que impulsan la misma. Una vez que aprendamos a reconocer nuestra emoción, podremos profundizar en qué consiste ésta, qué función tiene, qué efectos nos produce y qué herramientas puedo utilizar para controlarla. Todo este proceso nos ayuda a autoconocernos en profundidad y a desarrollar estrategias de autocontrol intrínsecas que palien la desregulación emocional que en ocasiones padecen los afectados en el TDAH.
Es decir, el reconocer nuestras propias emociones y saber manejarlas, nos permitirá desarrollar nuestra capacidad de autocontrol emocional y por ende, conductual, promoviendo así, cada vez más conductas prosociales.
Cuando ya hemos aprendido a reconocer nuestras emociones, reconocemos las mismas en los demás, lo que nos ayudará a tener éxito en la interacción social y en la resolución proactiva de conflictos interpersonales. Todo ello, nos reportará un nivel de funcionalidad alto en el desarrollo personal, intelectual, social y emocional, que a su vez repercutirá muy positivamente en el resto de áreas:
> Aumentará la autoestima, 
> Aumentará las probabilidades de éxito académico.
> Mejorará el clima familiar y escolar.
> Repercutirá positivamente en la salud mental.
> Aparecerán con mayor frecuencia las interacciones sociales con éxito.
> Etc.

En definitiva, enseñar a identificar nuestras propias emociones y las de los demás, y saber expresar y gestionar adecuadamente la comunicación de estados afectivos, reportará altas dosis de control emocional, conductual y social, aumentando la autoestima, y la sensación de equilibrio en el afectado por TDAH.
"( )el mejor indicador en la niñez de la adaptación de la vida adulta, no son las notas escolares, ni el comportamiento en clase, sino la capacidad con la que este niño se relacione con otros niños. Los niños que son identificados como agresivos o destructores, que son incapaces de sostener una relación estrecha con otros niños y de ubicarse en la cultura a la que pertenecen sus demás compañeros, éstos corren riesgos" (Hartup, 1992).

Patricia Fernández Briz
Psicopedagoga de Fundación CADAH

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